Elena Roger .-
Lloran, gruñen, chillan o pegan. También se vuelven irrespetuosos, irónicos o nos ignoran. Es inevitable que nuestros hijos se enfaden. Con nosotros. Con sus hermanos o con el mundo. Y hemos de aceptarlo. Tienen un amplio abanico de sentimientos y nuestro trabajo no es evitárselos sino ayudarles a afrontarlos. Seguir leyendo …